Carlos Agustín Menéndez

Becario programa KGIP 2018

 

Reflexiones sobre Corea: programa KGIP 2018

 

Difícil poner en palabras la sensación al llegar, luego de cruzar casi medio globo en avión, y divisar las pequeñas islas que rodean Incheon, previo al aterrizaje. Neblina, un mar calmo y dentro de mi cabeza un ansia insuperable por poder poner pie en Corea.

 El recibimiento por parte del staff de la Universidad de Suwon fue muy cariñoso y luego de estar unos pocos minutos en el espectacular y moderno aeropuerto partimos rumbo a la Universidad donde allí nos conocimos los 30 participantes del programa de 23 países distintos y compartimos una parrillada al estilo coreano.

 La solvencia del Programa radica no sólo en el conocimiento de la cultura coreana y el descubrimiento de cómo se vive en Corea sino de descubrir a la par otras culturas de otras partes del mundo y su mirada particular sobre el país. Corea a través de los ojos propios, los ajenos y en el reflejo de los coreanos sobre uno.

 

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 Tuve la posibilidad de poder conversar con gente en la calle que hablaba inglés, inclusive gente mayor de edad, de política, economía y cultura. Con uno de ellos (de casi ochenta años de edad) mientras caminaba por la fortaleza de Hwaseong tuve una particular conversación donde pudo contarme con lujo de detalles lo difícil que fue vivir durante las presidencias de Rhee, Park y Chun a pesar del boom económico y los beneficios de la transición al desarrollo y la democracia hasta poder contarme la alegría que sentía ahora por el presente de Corea y las esperanzas que abriga el futuro del país. El milagro coreano era doble: el lograr una Democracia consolidada desde fines de los años 80, no habiendo tenido tal cultura democrática previa y un desarrollo vertiginoso de crecimiento en un período de tiempo muy corto. Hoy se observan tales resultados en todo Corea.

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 Pude aprender a tirar con arco y flecha al estilo coreano, donde en comparación al estilo estadounidense, se logra una mayor precisión. Me emocioné cruzando el río Han tanto de día como de noche pensando que en sus orillas se sentaron las bases de la civilización coreana hace miles de años. Asimismo, la posibilidad de observar Corea del Norte en la DMZ en la ciudad de Paju y observar en primera persona el quiebre geográfico que el conflicto armado generó en el país y la buena voluntad del pueblo coreano en poder cerrar esa grieta en todo momento. Los soldados apostados allí fueron muy amables y nos sacamos muchas fotos.

 

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 El contraste entre tradición y modernidad en todo momento se cotejaba entre los palacios de la Dinastía Joseon y los edificios vanguardistas al caminar por el centro neurálgico de Seúl o de Hwaseong. Asì como el contraste entre la naturaleza rebosante y los incontables edificios a lo largo de las rutas y autopistas daban cuenta de una planificación bien pensada y equilibrada desde el punto de vista urbanístico.

 Las visitas al Museo Nacional y al Museo de la lengua resultaron sumamente interesantes. En el segundo aprendí los pasos básicos del talchum los cuales me recordaron a los bailes folklóricos del norte argentino donde también se usan máscaras, las cuales tienen diversos significados.

 Durante mi estadía pedí ir al Museo y Memorial de la Guerra de Corea, dada mi inclinación por el estudio de la Historia de Corea, al Estadio Mundialista de Seúl y al monumento por el movimiento del primero de marzo de 1919. Tuve la posibilidad de rendir homenaje a los caídos tanto en la Guerra como en el movimiento de liberación. y en el Estadio comprarme una remera de la Selección Nacional coreana.

 

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 El haber ido a un jjimjilbang fue una experiencia única y que me gustaría que pudiera replicarse en el país: contiene saunas, piletas con aguas en diferentes temperaturas, lugares para comer, dormir, estudiar y relajarse con amigos. Da posibilidades de socialización mayores entre los asistentes y todo dentro de un mismo establecimiento.

 Las clases con profesores de Historia, Economía y lengua coreana fueron sumamente interesantes, en particular el caso del profesor de Historia ya que daba distintos matices respecto a la historia coreana que me enriquecieron.

 

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La comida en todo momento estuvo presente en diversidad y gustos. Puesto que me gusta toda la comida coreana no tuve problemas con lo picante que es o sus sabores entre dulces y agrios. Mis platos favoritos fueron los bibimbaps tanto vegetarianos, picantes como con carne de cerdo o pollo.

 Pudimos ir a un karaoke y ver el fanatismo de los coreanos con la música, el estar juntos luego de una cena y cantar con amigos. Era un coreano más entre ellos y no sentía que estaba lejos de Argentina ni que era un extranjero. Simplemente un amigo más.

 En definitiva, de Corea me traigo amigos, una experiencia de vida increíble que no podrá borrarse jamás y un deseo de volver lo antes posible para seguir conociendo y descubriendo un país extraordinario gracias a un pueblo extraordinario.

 

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